A veces, cuando me despierto, todo parece normal hasta que el eco de los aplausos resuena en mi mente. Estoy tranquilo con mis quehaceres y de repente me vienen imágenes de los ataúdes en el Palacio de Hielo. Todavía me acuerdo de aquellos ‘alarmistas’ que personificaron tan fríamente el ¡Ah de la vida! Nadie me responde, de Quevedo. Aquel año el verano se creyó invierno, pero se disfrazó de infierno. Algunos miraron hacia otro lado. Ahora que el verano ya marca nuestra piel y el sol abrasa nuestros corazones, algunos todavía siguen mirando hacia otro lado.
Entre colapsos, tormentas y parábolas, las costuras de nuestra muralla se rasgaron como si de una fina capa de cristal se tratase. ‘Quédate en casa’ no fue tan literal como pareció, unos se dieron cuenta más pronto y otros más tarde. Para algunos su casa es un hogar y para otros su casa es un mercado. Lo que muchos no esperaban es que una ‘casa’ se convertiría en un hospital.
A veces nos encontramos nadando en un mar de lágrimas y de pronto nos damos cuenta de que está congelado. Dejará de estarlo cuando los verdaderos héroes, princesas, príncipes y heroínas también estén fuera de los muros. Pero si se derrumban, poco nos queda.
No sé si son héroes, princesas, príncipes y heroínas, lo que sí han demostrado es que son personas. Sin tener las mejores armas y armaduras contuvieron la tempestad que sigue ahí fuera. A ellos y ellas parte de nuestro destino se encomienda. Aunque a veces cueste encontrar humanidad entre tanta realidad envuelta de tecnología, si tengo que pensar en una imagen del ser humano, seguramente tenga el rostro de la gente que nos cuida.
El invierno se descongeló y el verano arrecia. Después vendrá otra borrasca.
¿Seremos capaces de anticiparnos?