
Este año se ha esfumado igual que la arena de la playa en nuestra mano cuando el verano recorre nuestra piel. Esa misma piel que se arruga y se estira con los imprevistos y las alegrías de la vida. De esas alegrías que valen mil veces más que cada desgracia. Alegrías que marcan nuestro corazón para hacerlo cada vez más grande. 2022 ha sido para mí un año de crecimiento. Cuando echo la mirada atrás me doy cuenta de que mi mochila ahora va mucho más ligera. Mientras escribo estas palabras pienso en todos aquellos que se han convertido en una película de blanco y negro, como aquellas de 35mm que veo tan lejanas y que forman parte de la historia del cine. Aunque ciertos directores como mi querido Wes Anderson sigan utilizando ese soporte analógico. Querido 2023, serás el año que verá nacer Asteroid City, la última creación de mi director favorito y con el que he tenido la oportunidad de trabajar y vivir un sueño despierto. Han pasado casi dos años desde aquellos momentos y sigo albergando esas imágenes aún brillantes en mi cabeza.
Al 2023 realmente no le pido nada, porque cada día que pasa la vida te pone por delante un desafío que debes resolver sobre la marcha. Es el quinto año consecutivo que vengo a este rincón a reflexionar sobre mi existencia. Además, es bello ver cómo una simple salida de un 31 de diciembre cualquiera se ha convertido en una rutina, que tan solo por un motivo de fuerza mayor estaría dispuesto a romper. Y en el peor de los casos, ese paseo durante una mañana del 31 de diciembre se seguirá produciendo. Cada año este día se vuelve más especial porque siempre tengo la sensación de que cierro un capítulo y empiezo uno nuevo cada vez más intenso. Y parece una tontería pero luego cuando recuerdo estos paseos es muy divertido encontrarme entre notas del Notion, Google Keep y textos interminables que solo pocas personas se leen. Si eres de esas personas, gracias por llegar hasta aquí, aunque no te lo diga mucho realmente valoro que nos hayamos encontrado en este momento de nuestras vidas, seas quien seas. Vivamos el momento.
Siempre vamos por buen camino cuando nuestro corazón está alegre. Creo que esa ha sido siempre mi forma de pensar. Incluso en los momentos más oscuros cuando crees que todo se acerca al final. Pero no es el final, el viaje no concluye aquí, como diría un sabio mago que me ha acompañado casi desde que nací. Un año más me doy cuenta de que la familia es un ser vivo salvaje y frágil. Por eso hay que dejar fluir tanto y cuidar a partes iguales.
Las experiencias son cada vez más intensas, el tiempo viaja a una velocidad tan alta que se esfuma igual que la arena de la playa, cuando el viento del mar acaricia nuestros rostros. Del mismo modo que cada año que entra, con sus efímeros principios y finales, como el inmenso océano, donde todo empieza y todo termina en un segundo, o de la misma forma que esos libros de frenéticos planteamientos, nudos y desenlaces, solo que en realidad no siempre acaban en ese orden. Al final, nunca seremos los mismos que ayer y quién sabe dónde nos tocará caminar mañana.